Por momentos, la política chihuahuense parece un juego de espejos: mientras unos convocan, otros intentan desconvocar; mientras unos llenan plazas, otros cuentan tractores imaginarios. Y en medio, la realidad, terca, se impone.

Esta semana, el presidente municipal de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, salió a recorrer el estado y regresó con una lectura clara: cuando la política se topa con la gente, el ruido se diluye. Reuniones con alcaldes del sur —Valle de Allende, Valle de Zaragoza, Huejotitán, entre otros— y encuentros posteriores en Meoqui, Camargo y Delicias, dejaron un saldo que no admite demasiadas interpretaciones: más de 3 mil 500 personas reunidas en un evento que, paradójicamente, fue noticia no por lo que pasó dentro, sino por lo que algunos intentaron que no pasara afuera.

Hubo intento de boicot, dice el alcalde juarense. Llamadas, convocatorias a protestar, advertencias a transportistas y la sombra —nunca del todo negada— del alcalde de Delicias, Jesús Valenciano. Todo eso para reunir, según el propio relato, a unas veinte personas. Veinte. Frente a miles.

Y ahí está el punto político de fondo. En democracia, la protesta es válida, necesaria incluso. Pero el boicot sistemático, la amenaza velada y la presión para impedir que otros se reúnan, ya no es disenso: es una actitud antidemocrática. Así lo dice Pérez Cuéllar, y lo dice con una comparación incómoda pero eficaz: en Ciudad Juárez, cuando llegan alcaldes de otros municipios —incluso adversarios políticos— se les recibe bien. Sin trampas ni bloqueos.

Delicias tuvo “un sabor especial”, admite el alcalde, no por la confrontación, sino porque la respuesta ciudadana fue contundente. La gente, molesta con la protesta, decidió quedarse. Decidió escuchar. Decidió participar. Y eso, en política, suele ser más elocuente que cualquier discurso.

Al final, el mensaje es sencillo, aunque a algunos no les guste: no se puede cancelar a la gente. Ni con llamadas, ni con presiones, ni con amenazas. Si veinte protestan y miles asisten, la lectura no es numérica, es política.

“Se la Pérez Cuéllar”, dijo entre risas el alcalde, jugando con su apellido. Pero más allá del chascarrillo, lo que queda es una advertencia seria: la democracia no se boicotea, se ejerce. Y esta vez, al menos en Delicias, la gente habló más fuerte que el ruido.