El mapa político del estado grande se mueve con fuerza. Morena encabeza las preferencias y tiene figuras que ya despiertan expectación, como el alcalde juarense Cruz Pérez Cuéllar, una de las cartas fuertes del movimiento en el norte, y la diputada Andrea Chávez, joven y mediática, con discurso de cambio y conexión con las nuevas generaciones.

La ventaja existe, sí, pero Chihuahua no es un estado que se gane solo con encuestas. Aquí pesan más las calles, el trabajo territorial y las alianzas silenciosas.

El reto para Morena no está en la oposición, sino en casa. Si las corrientes internas se enredan y los egos se imponen, el escenario podría volverse incierto.

La frontera es un termómetro político poderoso, y el humor de Juárez cambia rápido. Hoy el respaldo es fuerte, pero mantenerlo dependerá de resultados visibles y de la capacidad de los liderazgos para mantener el equilibrio.

Mientras tanto, el PAN intenta defender el terreno desde Palacio de Gobierno. Con Maru Campos al frente, los blanquiazules saben que los reflectores se enfocan en su gestión.

El desgaste natural del poder es un reto, pero también una oportunidad para renovar el discurso, reforzar su base y ofrecer una alternativa sólida frente al dominio morenista.

Históricamente, Chihuahua ha sido el “estado de prueba” para los grandes movimientos nacionales. Lo que ocurre aquí suele anticipar lo que viene para el norte del país.

En 2027, Juárez volverá a ser el epicentro político, donde los discursos se medirán tanto en plazas públicas como en redes sociales, con memes, debates y videos que marquen la conversación.

Morena sonríe, pero no puede confiarse. El PAN busca revivir, los independientes observan y el electorado fronterizo —crítico, exigente y con memoria— será quien defina la historia.

Como en toda buena serie política, el capítulo final aún no está escrito… y en Chihuahua, los finales siempre traen giros inesperados.