En un fenómeno que desafía a la física, a la paciencia y a la fila de socios que madrugan con pantuflas, los pies de Costco se han convertido en el producto más veloz del país: aparecen, parpadeas… y ya no hay.

De acuerdo con testimonios no oficiales —pero muy apasionados—, los pays desaparecen porque “la gente no los compra, los adopta”. Otros aseguran que cada cliente se lleva mínimo dos: uno para la familia… y otro por si la familia no se porta bien.

Especialistas en comportamiento humano (también conocidos como las señoras que vigilan el horno) afirman que el secreto está en tres factores:

1. el tamaño intimidante,
2. el olor que convence hasta a los que iban por papel de baño,
3. y el miedo colectivo a que “ya no vaya a haber mañana”.

Lo único seguro es que, mientras existan los pasillos de Costco y el espíritu mexicano que ama un buen postre gigante, los pies seguirán agotándose más rápido que los boletos de Bad Bunny.